La apertura de espacios e inversión debe ser proporcional al compromiso social de quien los procu
- por Leonardo Cruz Alvarado (narrador y poeta
- Aug 31, 2016
- 3 min read
La apertura de espacios culturales no se da para todos en la misma medida y eso no es un secreto para nadie, pero ¿qué pasa cuando el artista -luchando contra viento y marea- ha logrado abrirse un campito en el corazón de su comunidad; pero no un posicionamiento para los gobiernos locales y, a pesar de ello, brinda sus servicios de forma gratuita y desinteresada?
Al costarricense promedio le gusta aquello que no le genere un desembolso directo de su bolsillo y rara vez invierte en algo para satisfacer su salud mental: pocos asisten al teatro, poquísimos pagan una entrada por un recital de poesía o asisten a una presentación de baile; lo cual nos da como resultado que el artista hace de tripas chorizo para poder subsistir y, peor aún, para poder continuar con su labor.
En el arte –y a nivel institucional- la situación no dista mucho de esa cualidad del costarricense. Algunas municipalidades se resisten a invertir en cultura, pues lo ven como un gasto innecesario que no traería consigo ganancia específica, cuantificable o, al menos, visible; por eso, me atrevo a decir, que les encanta cuando el artista es quien se ofrece sin pedir alguna retribución económica a cambio.

Conozco a personas que se capacitan, sacan de su tiempo: dejan de lado sus negocios, sus ratos de esparcimiento o de descanso con tal de darlo todo por un espectáculo o llevar uno a su comunidad. En Orotina, por ejemplo, tengo la imagen del incansable Daniel Vega y su proyecto de radio comunitaria Orotina Online; pero eso es solo por poner un ejemplo porque como él hay muchos en el país.
Así las cosas, es lamentable que tanto gasto de energía vital no parezca recibir inyección económica o, por lo menos, el apoyo oportuno –llámese difusión o reconocimiento- ante una labor desinteresada. Sale a flote una pregunta básica: ¿Por qué se subestima al artista local o, mejor dicho, a quien siendo del pueblo desea hacer algo por él? Bueno, la respuesta no es sencilla, sin embargo, pienso que al ser una persona que diariamente camina entre nosotros, no es tomada en consideración y con la seriedad del caso. Se asume que se cuenta con él a priori, es decir, que siempre estará presente en cualquier actividad hasta de “salva tandas”.
¿Pero qué pasa en cuanto al factor gratificante que recibe un artista local por su dedicación y entrega? La vida es injusta, mi estimado lector, y yo he visto que para artistas ajenos a cualquier cantón hay considerables desembolsos de dinero cuando de actividades se trata, sí, dineros que una persona comprometida con su pueblo desearía para seguir invirtiendo o proyectando su quehacer.
¿Desea indignarse más? le propongo que imagine que usted es el artista y ha invertido cerca de 10 o 20 años en una comunidad, sí, usted ha participado efusivamente de cada una de las actividades realizadas en su cantón y no se ha negado porque sabe que el arte es un bien necesario para los pueblos. Lo hace gratuitamente porque considera que es su forma de ser agradecido con la tierra que lo vio nacer. Ha tenido que sacar de su bolsillo: ropa, maquillaje, vestuario, alimentación, entre otras cosas; pero nunca ha cobrado nada por sus presentaciones. De pronto, para una actividad propia del cantón, deciden traer a otro artista ajeno a la comunidad; al cual le pagarán alrededor de 700 mil colones (haciendo un estimado) por una sola presentación. Usted, al igual que yo, de seguro se indignará, luego se tapará los ojos y dirá: “Y a mí ni un vaso de agua me han dado”.
A los encargados de destinar fondos del Ministerio de Cultura, a todas las municipalidades y a los gestores culturales de distintas zonas del país les propongo una frase para su consideración y para que, por fin, aprendan a valorar el producto riquísimo de sus zonas:
“La apertura de espacios e inversión debe ser proporcional al compromiso social de quien los procura”.
A fin de cuentas al artista que es ajeno a la región poco o nada le importará cuál vaya a ser el desarrollo artístico y cultural de la zona, tal vez solo se limite a realizar su presentación, tome su paga –que nadie niega que sea justa- y se marche dejando solo una estela momentánea de alegría.
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